En invierno se podrá aprovechar para plantar un frutal, realizar la poda, o algún injerto.
Si al contrario ya tenemos frutales en nuestros jardines, entonces podremos aprovechar de la parada vegetativa que tienen muchos arboles en invierno para realizar algunas tareas, como retirar las malas hierbas alrededor del tronco del frutal, enderezar los troncos si son frutales jóvenes y abonar el árbol.
El riego de los árboles frutales
Por supuesto hay que adaptar el riego a cada especie. Cerezos, ciruelos y otros Prunus, por ejemplo, necesitan muy poca agua y no les gustan nada los suelos encharcados.
Hay también que tener cuidado en la época de floración y última fase de maduración del fruto. Aquí un exceso de agua puede provocar una caída de flores o un rajado de los frutos respectivamente, sobre todo en el caso de mandarinas o naranjos.
En todos casos el primer año no debe faltar el agua, pero en años posteriores se pueden ir reduciendo los riegos.
Como visto entonces, la frecuencia y cantidad de riego depende de múltiples factores: la especie, la dimensión del árbol (más grande más agua), de la estación del año (en primavera más agua respecto al invierno) y de las características del suelo (cuanto más húmedo, menos riegos).
Durante el otoño, más o menos hacia mediados de la estación, cuando los caducifolios están sin hojas y los perennifolios tampoco crecen, podemos podarlos. No obstante, es conveniente informarse bien para saber qué tipo de poda hay que aplicar a cada especie y en qué momento, ya que no todas ellas tienen el mismo calendario, aunque para todas ellas vale el principio: cuando hay heladas, no se poda.
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