Para desarrollarse bien, los tomates necesitan un riego constante: un déficit o un exceso de agua supondrá daños tanto a los frutos como a las propias plantas. El enrollamiento significativo de las hojas es indicativo de un estrés hídrico asociado a una fuerte salinidad del suelo. ¿O acaso los frutos de tus tomateras estallan? Por lo general, este fenómeno se debe a una alternancia entre un tiempo cálido y soleado y un tiempo lluvioso y nublado. También es la consecuencia de un riego tras un largo periodo de sequía. La causa radica en el aumento de la presión interna debido a un exceso de agua en los frutos durante la maduración. Da lugar a la aparición de fisuras longitudinales o anulares. Al igual que con muchas otras cosas en la vida, es necesario encontrar la medida justa para el riego de los tomates. Importante: ¡riega a la altura de la base! Así, evitarás la infestación por enfermedades criptogámicas.
El agua por sí sola no lo es todo para preparar la planta para formar numerosos y deliciosos frutos. El tomate está entre las plantas consideradas sumamente extractoras de nutrientes. Necesitan el aporte de una gran cantidad de nutrientes, especialmente de potasio, nitrógeno y fósforo. El potasio regula la circulación del agua en la planta, reafirma las células y aumenta la resistencia a las enfermedades. Por lo general, los primeros signos de una carencia de nutrientes se reconocen en el follaje: las hojas se tornan amarillentas, quedando verdes únicamente a lo largo de la vena principal. Con un abono especial para tomates, puedes garantizar de forma simple y segura un aporte de nutrientes que satisfaga las necesidades.
Por semillas
Si se opta por la siembra, debe realizarse desde finales de enero y siempre en semillero protegido, con máxima iluminación y manteniendo una humedad constante pero sin excesos.
Una serie de medidas básicas mejoran los resultados: “Sembrar a medio centímetro de profundidad en una bandejita perforada (para que el agua no se acumule en la base) rellena de turba; humedecer y guardar en un lugar cálido hasta el inicio de la germinación. Luego, sacar la bandeja al exterior, al sol, cubriéndola con un cristal a modo de invernadero, y meter en casa durante la noche”, explica Salvatella. Solo queda “trasplantar cuando las plántulas tengan 4-5 hojas”.
Cómo se cuidan
La temperatura óptima para su desarrollo oscila entre 20 y 30 grados durante el día y entre 1 y 17 grados por la noche; por debajo de 10 grados la planta no crece. Exige luz solar —en sombra la producción se resiente— y buen drenaje. El riego es clave tras el trasplante. Una vez bien establecida la planta conviene “dejar secar el sustrato entre riegos”, recomienda Giné. Respecto al abonado, hay que mantenerlo durante toda la etapa productiva.
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