Para asegurarnos de que la tierra permanezca húmeda y protegida del frío, puedes añadir algunas pulgadas de matillo compuesto de hojas. Esto también te ayudara a mejorar la fertilidad y salud del suelo, así como reducir el crecimiento de malezas.
Pese a que su crecimiento puede tardar, las plantas de apio nos ofrecen tallos ricos en vitaminas y en fibra. Para lo cual es imprescindible que la tierra esté permanentemente húmeda y rica en nitrógeno.
El apio precisa de una humedad permanente, por ello es importante mantener la planta hidratada. Nunca permitas que la tierra se seque, por ello debes regar la planta tres veces por semana. En temporadas calurosas es necesario hacerlo con más frecuencia. Cuando el cultivo de apio no absorbe suficiente agua puede enfermarse o morirse con facilidad. Sin embargo, esto no significa que debas encharcar la tierra.
Si quieres blanquear el apio, debes hacerlo siete días antes de cosecharlo. El blanqueado se hace con el fin de proteger el tallo de la planta de la luz solar y de esta forma, garantizar un sabor suave. Para ello, debes cubrir los tallos de la planta con cartón o periódico, luego amarrarlas con un lazo para evitar que se caiga el cartón.
Blanqueo del apio: esta técnica consiste en el cubrimiento de parte de la planta para que al privarla de la luz se impida parcialmente la fotosíntesis, disminuyendo la cantidad de clorofila que en presencia de la luz es la que aporta el color verde a la planta.
Se suele usar el aporcado de los pies para el blanqueo, primero uno y a la semana otro, a las tres semanas se puede cosechar
Riego: en los msese de calor.
Abonado: Para obtener una buena producción y de buena calidad, es conveniente que el suelo esté bien estercolado. Si no se aplica estiércol, es necesario aumentar el abonado nitrogenado y potásico, especialmente cuando los suelos sean ligeros. En el último mes de desarrollo, antes de la recolección, el nitrógeno debe estar disponible en cantidad suficiente en el suelo. Además, el apio es una planta muy sensible al déficit de boro, azufre y magnesio.
En el abonado de fondo pueden aportarse alrededor de 50 g/m2 de abono complejo 8-15-15 y 15 g/m2 de sulfato de potasio. Si los resultados del análisis de suelo muestran bajos niveles de boro y/o magnesio, éstos pueden aplicarse a razón de 2 g/m2 de producto a base de boro y 10-15 g/m2 de sulfato de magnesio. Además es conveniente aportar unos 5 g/m2 de azufre, debido a su elevada sensibilidad a la carencia de este elemento.
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